Tras la ruptura, por parte de la Administración Trump, de las negociaciones del Acuerdo Trasatlántico para el Comercio y la Inversión (TTIP) con Estados Unidos, los movimientos de la Unión Europea han estado encaminados a la reducción de los aranceles existentes y a evitar la eclosión de otros nuevos.
Actualmente, y más allá del control de daños ante eventuales medidas arancelarias, las negociaciones están orientadas hacia la posibilidad de alcanzar un Acuerdo de Libre Comercio (ALC), si bien limitado a los productos industriales y, además, del que podrían excluirse algunos productos específicos sobre los que Estados Unidos continúa ejerciendo un alto proteccionismo.
Independientemente de los detalles concretos, uno de los intereses básicos para Europa -y muy especialmente para España- es la inclusión del Gas Natural Licuado entre los elementos esenciales del acuerdo. Por una parte, para eliminar las barreras administrativas que los Estados Unidos tienen establecidas para la exportación de GNL (y de otros productos energéticos), y por otro, para ahuyentar la aplicación de aranceles o de otros instrumentos de política comercial que pudieran desincentivar los intercambios comerciales.
Los primeros suministros de GNL estadounidense llegaron en 2016, cerrándose el ejercicio con unas importaciones acumuladas por la UE de 2.800 millones de metros cúbicos. En 2017, Europa ya era receptora de más del 10 por ciento de las exportaciones totales estadounidenses de ese gas (5% en 2016).
Si bien la tendencia es positiva, un ALC supondría una aceleración del flujo de gas hacia la Unión Europa, especialmente si tenemos en cuenta las medidas arancelarias de China contra el GNL americano, las necesidades europeas de gas (necesidades cubiertas al 40% por Rusia) y el propio interés de los productores norteamericanos de incrementar sus exportaciones a una Unión Europea cuyos Gobiernos -con la colaboración entusiasta de la Comisión- continúan denostando la propia producción gasística mientras consumen el necesario hidrocarburo a precios desmedidos.
El precio del gas cerró el mes pasado en España muy cerca de los 29€/MWh (más del triple de lo que cuesta en Estados Unidos), un precio un 70% superior al de hace un año y, como apuntaba Javier Esteban, presidente de GasIndustrial, las principales razones de este crecimiento estriban en la recuperación del acoplamiento de la curva del gas con la de un petróleo en escalada, y en la mayor demanda proveniente de los países que, como China e India, huyen ahora del carbón.
Hace relativamente poco tiempo, el GNL no alimentaba demasiadas esperanzas por tener un diferencial de coste poco atractivo respecto al gas natural, independientemente de otras trabas. Pero hoy podríamos poner en nuestro mercado, ya transportado y regasificado, un gas con un precio entre el 30 y el 40% inferior al actual. Lógicamente, la realidad del mercado definirá el precio final, pero la mayor oferta contribuirá a destensarlo e invertir la senda alcista.
Ello también redundaría positivamente tanto en los consumidores directos como en nuestro mercado eléctrico, y lo haría de forma estable y a largo plazo, mejorando la competitividad de la industria española en su conjunto.
Incluso, y aprovechando la capacidad instalada de regasificación de la que dispone España -la mayor de Europa-, la llegada de GNL podría acelerar el proyecto de interconexión MIDCAT con Francia, una infraestructura necesaria para alcanzar los gasoductos de Europa central y Oriental, teniendo en cuenta la inminente interconexión de los hubs del norte y del sur de Francia.
En definitiva, cualquier acuerdo comercial con Estados Unidos, limitado o no, debe incluir como elemento prioritario el gas, ya que, además del efecto de ahorro para sus consumidores directos, es un factor determinante en la configuración del precio de la electricidad en nuestro mercado mayorista. Su inclusión será un factor muy positivo para mejorar la competitividad de esos sectores industriales sobre cuya solidez y desarrollo debe construirse un modelo económico que garantice la generación de riqueza y empleo estable y de calidad.
Juan Antonio Labat
Director General de Feique